lunes, 6 de agosto de 2018

El vino de la costa... manos italianas en la vid (Avellaneda)

      En 1957, la conocida revista La Chacra publicó una nota informando sobre la Fiesta de la Vendimia realizada en los viñedos de la costa de Avellaneda. Lo interesante es que, junto a esa información, brindó un detallado e ilustrado relato sobre el trabajo de los vinicultores de la zona.
La población de origen genovés que se afincó en el lugar se dedico además, y con éxito, al cultivo de hortalizas y frutales, convirtiendo un bañado de difícil acceso en un vergel.

2.500.000 litros de vino se producen a las puertas de la Capital Federal

      En la zona de la costa del Río de la Plata, partiendo del Riachuelo y siguiendo por Avellaneda, Sarandí, Villa Domínico, Wilde, Bernal y Quilmes, en un sector de cerca de mil hectáreas, se efectuó, en la primera quincena de marzo último (año 1957), la Fiesta de la Vendimia, de la que participaron más de 300 familias vitivinicultoras afincadas allí desde hace varias generaciones.
      El acto principal se realizó en el amplio patio de la “Quinta Rossi”, de Villa Domínico, procediéndose a la bendición de los frutos ante la presencia del comisionado municipal del partido, Dr. Modesto Ferrer; el director de Obras Públicas de la Provincia, ingeniero Oscar Faltorini; el gestor de Cultura, señor Lucio V. Parodi, y otras personalidades. La comisión organizadora de la fiesta estaba en pleno, integrada por los señores; Juan B. Casanova, Cándido Paisán, Luis Bevegni, José Fondati,Angel Caiati y Desiderio Zabalich.
      La fiesta se realizó al pie del Altar Campesino de la Virgen de la Guardia erigido por los quinteros. Bendijo los frutos el R.P. Dr. Agustín Casanova, oriundo de las quintas del lugar, y ofició el responso por los quinteros fallecidos el R.P. Manuel Palazzo, capellán de la costa. Parte de la cosecha de frutos y hortalizas fue donada al Cotolengo de Avellaneda para los ancianos que allí se albergan.

En marzo se cosecha la uva “chinche” con la que se hace el “vino de la costa”

      En toda esa zona a que hemos hecho referencia se cultiva la vid “Isabella”, comúnmente llamada “uva chinche”, con la que se elabora el vino llamado “de la costa” y que tanta aceptación tiene en la provincia.
      Desde hace cerca de un siglo se radicaron allí muchas familias italianas _ en su mayoría genovesas _ que transformaron, a fuerza de pala, los pantanos y ciénagas de esa zona ribereña por la que entonces nadie daba “un cobre”. Así se recuperaron sobre la base de paciente trabajo 880 hectáreas, las que hoy ofrecen un estado floreciente y constituyen el puntal de una industria sólida y progresiva. Habitan actualmente en el lugar más de 300 familias que se dedican exclusivamente al cultivo de la vid, otras frutas y hortalizas en general. Esa industriosa población trabajadora se ha ingeniado para aprovechar el espacio al mínimo, razón por la cual entre los canales (para riego natural con las crecidas del río) y las vides plantan manzanas, peras, ciruelos, pomelos, membrillos, etc.

En plena tarea de la recolección de la uva se hallan los productores de la costa bonaerense.

      Esas tierras tienen hoy (año 1957) un valor incalculable y rinden frutos extraordinarios tanto en tamaño como en calidad. Solamente la uva en las buenas cosechas _ y este año ha sido muy favorable _ acusa un rendimiento de más de 65 por ciento en la vinificación.

¡2.500.000 litros de vino!

      Los vitivinicultores de la costa del Río de la Plata sobre 880 hectáreas de vid cosechan anualmente más de cuatro millones de kilogramos de “uva chinche” o “Isabella”. Con su modesa labor y rudimentaria maquinaria proveen al mercado de la provincia de Buenos Aires de 2.500.000 litros de vino, el que tiene la ventaja de su pureza porque sus elaboradores no saben de artimañas ni cuentan con medios científicos para fabricar más vino que el que sale de la propia uva triturada.

El traslado de los canastos para recoger la fruta se efectúa en carritos livianos tirados por un caballo.

En el mismo vehículo luego se manejan los canastos llenos del fruto para llevarlos a la bodega.

Cargando los carros. Este año (1957) la cosecha ha sido excelente.

Según la importancia de la quinta, la distancia a recorrer entre los cultivos es bastante larga.

El carro llega al patio de la bodega, donde se almacenan los canastos.

Una vez realizada la cosecha del día se inicia el traslado de la uva hasta el lagar.

Echando la uva en la prensa para triturarla a los efectos de obtener el mosto.

Revolviendo el mosto en una de las grandes cubas de la costa de Villa Domínico.

El arreglo de las cubas es de tarea casera, a cargo de obreros especializados.

Cuba para 10.000 litros de vino, recién construida, para la quinta del señor Casanova.

¡15.000.000 de kilos de hortalizas!

      Los terrenos cenagosos de la costa de la provincia de Buenos Aires de la ribera del Río de la Plata, merced al esfuerzo y la obra tesonera del hombre, no solo dan uva para vinificar sino que también rinden 15 millones de hortalizas; 500.000 cajones de tomates; 200.000 cajones de peras de la mejor calidad; 10.000 de ciruelas; además de gran cantidad de pomelos, manzanas, membrillos, etc., que consume el Gran Buenos Aires. Se trata de una importante fuente de producción de alimentos de capital importancia y gravitación para la crecida población de esa zona.

Entre los cultivos intercalares se da muy bien el membrillo.

Esta excelente plantación de tomates se desarrolla también entre las viñas de la costa bonaerense.

“Caballones” de más de un metro levantados por la mano del hombre en los que se cultivan plantas de ajíes.

Una incertidumbre

      La gente que ha transformado esa costa antes inútil en un verdadero emporio frutícola y que jamás tuvo títulos, ni siquiera precarios, limitándose a pagar arrendamiento a latifundistas que les “dejaron hacer” para mejorarlas, viven hoy en plena zozobra, porque se habla de dar otro destino a las mismas. Dichas tierras fueron adquiridas últimamente por el Estado y existe un viejo proyecto de Yacimientos Petrolíferos Fiscales  de construir en la zona nuevas plantas de destilación.

      Se trata de un verdadero error, totalmente antieconómico, porque para hacer una construcción de esa índole habría que levantar el nivel del suelo, totalmente bajo, a una altura de dos metros por los menos, lo que demandaría tiempo y gastos extraordinarios. Un poco más lejos y a la altura de Berazategui no solo las tierras son altas sin que están consideradas improductivas y podrías aprovecharse, con más ventaja, para tal fin. Las autoridades deben considerar que viven allí más de 300 familias con un derecho adquirido por el propio esfuerzo: que han hecho productivas tierras poco menos que inútiles.


Marcelo Pablo Scévola (transcripción)

Fuente: revista La Chacra

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