jueves, 11 de octubre de 2018

El nuevo edificio del diario La Opinión (Avellaneda)


      El 15 de agosto de 1927 el diario “La Opinión” de Avellaneda inauguró su nuevo edificio en la calle Alsina. Hasta ese momento, y desde que lo fundara Don Carlos Nicora el 1° de Diciembre de 1915, había funcionado en la avenida Mitre 844. 

La fachada del edificio en el momento de su inauguración.

     Como sus integrantes lo contaban en el propio diario, “…en 1915 se iniciaba, entre las sonrisas de muchos y el escepticismo general, la publicación de la primer hoja diaria que habría de seguir apareciendo ininterrumpidamente en Avellaneda. Sonrisas y escepticismos tenían acaso su razón de ser: la proximidad a la gran metrópoli con su admirable organización periodística, creíase una valla insalvable para el éxito de un diario local. La idiosincrasia del vecindario, se nos decía, no va a permitir el afianzamiento de una empresa semejante. Sin embargo teníamos fe, profunda fe en la victoria y para ello nos atentaba la voluntad firme, la capacidad indiscutible, el concepto claro que del periodismo tenían los timoneles a cuyo cargo estaba el arribo a feliz puerto. Y no nos equivocamos. Nuestro afianzamiento débese precisamente a ese alto concepto de la misión periodística que ha sido, es y será la única norma de La Opinión”.

Aviso que nos informa de varios datos acerca del diario

      Fue en aquellos años el diario de mayor circulación en Avellaneda. Nicora, además de su fundador, fue su primer director. A él le siguieron Arístides Belgrano en 1916, Pedro J. Molinari en 1919, y J. Alberto Siciliano en 1923, a quien le tocó en suerte inaugurar la flamante casa.

Portada de "La Opinión" de la época en la que inauguró su nueva casa.

      Durante estos primeros años de existencia, La Opinión conservó prácticamente el mismo personal en sus talleres. Federico Badié, Arturo Lucca, Diego Silva, Manuel Couso, Reinaldo Berdejo, Luis González, Pedro Cunioli, Alfredo Desimone, Alfonso Camps, Eulogio Barrera, entre otros, fueron algunos de sus operarios iniciales. El señor Ernesto Siciliano ejerció la dirección de los talleres desde la fundación del diario.

Carlos D. Nicora, primer director y fundador de "La Opinión".

      Y como esta nota trata sobre el nuevo edificio, veamos quienes han intervenido en su construcción. El mismo diario nos lo cuenta: “Los planos fueron confeccionados por los ingenieros Luis Roasenda y Manuel Pereyra Ramírez, actuando como director de los trabajos el conocido empresario Don Isabelino Carril y teniendo a cargo la construcción el constructor Francisco Ferrara”.

Máquinas de imprimir

      En cuanto a las maquinarias y su funcionamiento, “la ilustración gráfica relacionada con nuestros talleres de tipografía y encuadernación, demuestra conjuntamente con la amplitud del local en que está establecido, el material de máquinas que justifica su intensa actividad diaria. Tres minervas y una máquina plana constituyen el material destinado a los trabajos de obra que realizan los talleres, complementadas aquellas, como es rigor, por máquinas guillotina, cosedoras, perforadoras, etc., todas ellas movidas a energía eléctrica.

Máquinas tipográficas

      En cuanto respecta al diario mismo, su confección se realiza por medio de dos máquinas “Tipograph” y una máquina plana Ausburg instalada recientemente por la empresa metropolitana Curt Berger y Cía. (…) su gran velocidad permite alcanzar hasta cerca de 2.000 impresiones por hora”.

Vista general de los talleres

Sala de redacción

El día de la inauguración

      “La inauguración de nuestra casa nos ha proporcionado emociones intensas y satisfacciones alentadoras. Era nuestro propósito realizar, en celebración de aquel acontecimiento, una fiesta sencilla, reducida al placer de reunir en nuestra casa _nuestra nueva casa_ un núcleo de las amistades creadas en torno de nuestra obra diaria; pensábamos traducir nuestro agradecimiento al favor público por medio de una modesta reunión, ajenos, desde luego, a la sorpresa que nos esperaba y que para ser fieles a la información necesaria, debemos condensar en la única expresión ajustada: “nuestra casa se llenó de gente”.
      En efecto, habíamos considerado que un buen grupo de amigos de La Opinión _suscriptores, avisadores, personas, en fin, vinculadas a las actividades del diario_ concurrirían a nuestra casa, y participarían de una tertulia a la que no le asignáramos carácter trascendente. La realidad, defraudó sencillamente nuestra previsión, halagándonos con el concepto de que hemos de haber ahondado mucho en el corazón del pueblo de Avellaneda  para merecer una satisfacción tan significativa”.

Administración

Dirección

Antes de la hora del lunch

      Mucho antes de la hora anunciada para la ceremonia de la inauguración oficial de nuestra casa, comenzaron a afluir a la misma los amigos de La Opinión, los que a medida que iban llegando eran conducidos por redactores o empleados a las distintas salas de la dirección, redacción, corrección y finalmente a los talleres, en una detenida visita de observación a todos los implementos para la confección material del diario.
      Los concurrentes improvisaron luego animadas tertulias a la espera de la hora de inauguración. Entretanto las personas continuaban afluyendo en una proporción realmente inesperada, y tomando ubicación en la forma que podían hacerlo en el espacio de nuestros talleres.

Mesa tendida en el hall del flamante edifico durante el día de su inauguración.

      Más de 600 personas concurrieron al acto inaugural, el que se inició después de las 18 horas de aquel 15 de agosto. Todas se fueron ubicando en largas mesas preparadas para el festejo y en otras improvisadas en el momento, dada la cantidad de asistentes no previstos.
      Abrió el acto el director del diario, el señor Siciliano, quien luego cedió la palabra a su antecesor Pedro Molinari. En su discurso, Molinari evocó los primeros momentos de La Opinión, “sus luchas y vicisitudes, su optimismo y perseverancia que le dieron el triunfo”. Recordó la labor de los primeros hombres del diario y su propio paso por el mismo en la dirección.
      Uno de los fundadores y primer director, el señor Carlos Nicora, tomó posteriormente la palabra, siendo saludado con una ovación. Era aquella una época en la que los discursos se escuchaban con atención; la aún novedosa radiofonía y el cine todavía silente, hacían que la voz en vivo despertara un gran interés. Los discursos de quienes habían conducido “La Opinión”, y de representantes de otros diarios como “La Nación”, “El Diario”, “La Unión”, “La Fronda”, etc. continuaron un buen rato.

Mesa dispuesta en los talleres.

Dos días después, “La Opinión” reflejaba en sus líneas los sentimientos por los festejos del día 15, y a continuación los reproduzco como muestra de la forma en la que el diario editorializaba en aquellos años:
      “Excúsesenos si decimos que la emoción nos embarga. Esa es la verdad y ella debe expresarse leal, sinceramente.
      Emoción explicable la nuestra. Sabíamos que formaban legión los amigos de la casa, que nuestro prestigio estaba firmemente arraigado en el vecindario porque era el fruto de doce años de doce años de labor periodística honesta e irreprochable en todos sus aspectos, pero la realidad del acto celebrado superó en absoluto a las previsiones del justo optimismo.
      He aquí las causas que hirieron hondamente nuestra fibra emotiva hasta hacerla vibrar de manera intensísima. Lo más calificado de Avellaneda y destacados representantes del alto periodismo metropolitano y provincial, estaban en nuestra casa participando, con nosotros, de la hora de júbilo y de íntima satisfacción que vivíamos, hora que importaba la legítima compensación de otras amargas de esfuerzos y sacrificios, aunque nunca de vacilaciones.

Titulares de "La Opinión" luego del día de la inauguración.

      ¡Bello, por cierto, el espectáculo de anteanoche, bello y reconfortante por su significado y su contenido! Marginando la mesa tendida en honor del pueblo, estaba el pueblo tal cual es en la vida diaria; sus tendencias políticas, ideológicas, filosóficas y sociales hallábanse, sin excepción, representadas.
      ¿Quiérese una más concreta demostración, diríamos gráfica, del contenido de nuestra fiesta? La conjunción de hombres representantes de las más diversas ideas en un solo fin _el de expresar su adhesión a nuestro diario y su complacencia por el éxito obtenido_ constituye, dicho sea sin vanagloria pero con firmeza, la expresión inequívoca del más rotundo y más resonante de los triunfos alcanzados por La Opinión en su ya larga vida de trabajo fecundo y dignificador.
      Es en la victoria de la honestidad periodística puesta al servicio del pueblo sin distinción de clases ni de tendencias; es la cosecha de la siembra cumplida en tierra fértil con manos limpias y mente sana; es el fruto de la comprensión de la verdadera y única misión del periodismo, puesta en práctica desde el primer día y mantenida siempre como norma invariable a despecho de todas las sugestiones inferiores y de todos los halagos fáciles.
      He ahí el contenido superior de nuestra fiesta: la aprobación del pueblo, representado en sus múltiples actividades cotidianas, a la labor impersonal, serena, culta y ecuánime de La Opinión a favor de los bien entendidos intereses populares.
      Y, demás está decirlo, si la fiesta de la casa propia, nos ha halagado y nos ha conmovido por sus inusitadas proyecciones, tiene, para nosotros, otros alcances: nos ata, como un compromiso de honor, a la senda recorrida para proseguirla sin variaciones y nos liga más íntimamente aún a este culto y progresista vecindario de Avellaneda que, de algún modo, fue el verdadero triunfador de anteanoche.

El edificio, hoy.

      El edificio del desaparecido diario “La Opinión” aún se yergue en la calle Alsina, a metros de la plaza principal de Avellaneda. El aspecto que presenta es lamentable, por decir algo suave. 

El edificio de la calle Alsina en una imagen que muestra su importante degradación.

      La degradación de la fachada lo hace casi irreconocible si se compara con la imagen del día de la inauguración. Recortado el coronamiento y eliminada la cornisa, perdió buena parte de la ornamentación; los balaustres del balcón fueron brutalmente eliminados y reemplazados por una masa compacta de material. En la planta baja, ya nada queda de la puerta vidriada, los ventanales, ni las farolas.

Un detalle de la triste actualidad del edificio; no fue importante tapar lo poco que queda de su ornamentación a la hora de colocar un aparato de aire acondicionado.

      Aún así, el edificio sigue en pie. Y encontrándose en pleno casco histórico de Avellaneda, no sería un imposible la reconstrucción de la fachada como era originalmente; solo es una cuestión de decisión.


Marcelo Pablo Scévola (investigación y transcripción)

Fuente: diario "La Opinión"

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