El 15 de
agosto de 1927 el diario “La Opinión” de Avellaneda inauguró su nuevo edificio
en la calle Alsina. Hasta ese momento, y desde que lo fundara Don Carlos Nicora
el 1° de Diciembre de 1915, había funcionado en la avenida Mitre 844.
La fachada del edificio en el momento de su inauguración.
Como sus
integrantes lo contaban en el propio diario, “…en 1915 se iniciaba, entre las sonrisas de muchos y el escepticismo
general, la publicación de la primer hoja diaria que habría de seguir
apareciendo ininterrumpidamente en Avellaneda. Sonrisas y escepticismos tenían
acaso su razón de ser: la proximidad a la gran metrópoli con su admirable
organización periodística, creíase una valla insalvable para el éxito de un
diario local. La idiosincrasia del vecindario, se nos decía, no va a permitir
el afianzamiento de una empresa semejante. Sin embargo teníamos fe, profunda fe
en la victoria y para ello nos atentaba la voluntad firme, la capacidad
indiscutible, el concepto claro que del periodismo tenían los timoneles a cuyo
cargo estaba el arribo a feliz puerto. Y no nos equivocamos. Nuestro
afianzamiento débese precisamente a ese alto concepto de la misión periodística
que ha sido, es y será la única norma de La Opinión”.
Aviso que nos informa de varios datos acerca del diario
Fue en
aquellos años el diario de mayor circulación en Avellaneda. Nicora, además de
su fundador, fue su primer director. A él le siguieron Arístides Belgrano en
1916, Pedro J. Molinari en 1919, y J. Alberto Siciliano en 1923, a quien le
tocó en suerte inaugurar la flamante casa.
Portada de "La Opinión" de la época en la que inauguró su nueva casa.
Durante
estos primeros años de existencia, La Opinión conservó prácticamente el mismo
personal en sus talleres. Federico Badié, Arturo Lucca, Diego Silva, Manuel
Couso, Reinaldo Berdejo, Luis González, Pedro Cunioli, Alfredo Desimone, Alfonso
Camps, Eulogio Barrera, entre otros, fueron algunos de sus operarios iniciales.
El señor Ernesto Siciliano ejerció la dirección de los talleres desde la
fundación del diario.
Y como
esta nota trata sobre el nuevo edificio, veamos quienes han intervenido en su
construcción. El mismo diario nos lo cuenta: “Los planos fueron confeccionados por los ingenieros Luis Roasenda y
Manuel Pereyra Ramírez, actuando como director de los trabajos el conocido
empresario Don Isabelino Carril y teniendo a cargo la construcción el
constructor Francisco Ferrara”.
En cuanto
a las maquinarias y su funcionamiento, “la
ilustración gráfica relacionada con nuestros talleres de tipografía y
encuadernación, demuestra conjuntamente con la amplitud del local en que está
establecido, el material de máquinas que justifica su intensa actividad diaria.
Tres minervas y una máquina plana constituyen el material destinado a los
trabajos de obra que realizan los talleres, complementadas aquellas, como es
rigor, por máquinas guillotina, cosedoras, perforadoras, etc., todas ellas
movidas a energía eléctrica.
Máquinas tipográficas
En cuanto respecta al diario mismo, su
confección se realiza por medio de dos máquinas “Tipograph” y una máquina plana
Ausburg instalada recientemente por la empresa metropolitana Curt Berger y Cía.
(…) su gran velocidad permite alcanzar hasta cerca de 2.000 impresiones por
hora”.
Vista general de los talleres
El día de la inauguración
“La
inauguración de nuestra casa nos ha proporcionado emociones intensas y
satisfacciones alentadoras. Era nuestro propósito realizar, en celebración de
aquel acontecimiento, una fiesta sencilla, reducida al placer de reunir en
nuestra casa _nuestra nueva casa_ un núcleo de las amistades creadas en torno
de nuestra obra diaria; pensábamos traducir nuestro agradecimiento al favor
público por medio de una modesta reunión, ajenos, desde luego, a la sorpresa
que nos esperaba y que para ser fieles a la información necesaria, debemos
condensar en la única expresión ajustada: “nuestra casa se llenó de gente”.
En
efecto, habíamos considerado que un buen grupo de amigos de La Opinión
_suscriptores, avisadores, personas, en fin, vinculadas a las actividades del
diario_ concurrirían a nuestra casa, y participarían de una tertulia a la que
no le asignáramos carácter trascendente. La realidad, defraudó sencillamente
nuestra previsión, halagándonos con el concepto de que hemos de haber ahondado
mucho en el corazón del pueblo de Avellaneda
para merecer una satisfacción tan significativa”.
Antes de la
hora del lunch
Mucho antes de la hora anunciada para la
ceremonia de la inauguración oficial de nuestra casa, comenzaron a afluir a la
misma los amigos de La Opinión, los que a medida que iban llegando eran
conducidos por redactores o empleados a las distintas salas de la dirección,
redacción, corrección y finalmente a los talleres, en una detenida visita de
observación a todos los implementos para la confección material del diario.
Los concurrentes improvisaron luego
animadas tertulias a la espera de la hora de inauguración. Entretanto las
personas continuaban afluyendo en una proporción realmente inesperada, y
tomando ubicación en la forma que podían hacerlo en el espacio de nuestros
talleres.
Más de
600 personas concurrieron al acto inaugural, el que se inició después de las 18
horas de aquel 15 de agosto. Todas se fueron ubicando en largas mesas
preparadas para el festejo y en otras improvisadas en el momento, dada la
cantidad de asistentes no previstos.
Abrió el
acto el director del diario, el señor Siciliano, quien luego cedió la palabra a
su antecesor Pedro Molinari. En su discurso, Molinari evocó los primeros
momentos de La Opinión, “sus luchas y
vicisitudes, su optimismo y perseverancia que le dieron el triunfo”.
Recordó la labor de los primeros hombres del diario y su propio paso por el
mismo en la dirección.
Uno de
los fundadores y primer director, el señor Carlos Nicora, tomó posteriormente la
palabra, siendo saludado con una ovación. Era aquella una época en la que los
discursos se escuchaban con atención; la aún novedosa radiofonía y el cine
todavía silente, hacían que la voz en vivo despertara un gran interés. Los
discursos de quienes habían conducido “La Opinión”, y de representantes de
otros diarios como “La Nación”, “El Diario”, “La Unión”, “La Fronda”, etc.
continuaron un buen rato.
Dos días después, “La Opinión” reflejaba en sus
líneas los sentimientos por los festejos del día 15, y a continuación los
reproduzco como muestra de la forma en la que el diario editorializaba en
aquellos años:
“Excúsesenos si decimos que la emoción
nos embarga. Esa es la verdad y ella debe expresarse leal, sinceramente.
Emoción explicable la nuestra. Sabíamos
que formaban legión los amigos de la casa, que nuestro prestigio estaba
firmemente arraigado en el vecindario porque era el fruto de doce años de doce
años de labor periodística honesta e irreprochable en todos sus aspectos, pero
la realidad del acto celebrado superó en absoluto a las previsiones del justo
optimismo.
He aquí las causas que hirieron
hondamente nuestra fibra emotiva hasta hacerla vibrar de manera intensísima. Lo
más calificado de Avellaneda y destacados representantes del alto periodismo
metropolitano y provincial, estaban en nuestra casa participando, con nosotros,
de la hora de júbilo y de íntima satisfacción que vivíamos, hora que importaba
la legítima compensación de otras amargas de esfuerzos y sacrificios, aunque
nunca de vacilaciones.
Titulares de "La Opinión" luego del día de la inauguración.
¡Bello, por cierto, el espectáculo de
anteanoche, bello y reconfortante por su significado y su contenido! Marginando
la mesa tendida en honor del pueblo, estaba el pueblo tal cual es en la vida
diaria; sus tendencias políticas, ideológicas, filosóficas y sociales
hallábanse, sin excepción, representadas.
¿Quiérese una más concreta demostración,
diríamos gráfica, del contenido de nuestra fiesta? La conjunción de hombres
representantes de las más diversas ideas en un solo fin _el de expresar su
adhesión a nuestro diario y su complacencia por el éxito obtenido_ constituye,
dicho sea sin vanagloria pero con firmeza, la expresión inequívoca del más
rotundo y más resonante de los triunfos alcanzados por La Opinión en su ya
larga vida de trabajo fecundo y dignificador.
Es en la victoria de la honestidad
periodística puesta al servicio del pueblo sin distinción de clases ni de
tendencias; es la cosecha de la siembra cumplida en tierra fértil con manos
limpias y mente sana; es el fruto de la comprensión de la verdadera y única
misión del periodismo, puesta en práctica desde el primer día y mantenida
siempre como norma invariable a despecho de todas las sugestiones inferiores y
de todos los halagos fáciles.
He ahí el contenido superior de nuestra
fiesta: la aprobación del pueblo, representado en sus múltiples actividades
cotidianas, a la labor impersonal, serena, culta y ecuánime de La Opinión a
favor de los bien entendidos intereses populares.
Y, demás está decirlo, si la fiesta de la
casa propia, nos ha halagado y nos ha conmovido por sus inusitadas
proyecciones, tiene, para nosotros, otros alcances: nos ata, como un compromiso
de honor, a la senda recorrida para proseguirla sin variaciones y nos liga más
íntimamente aún a este culto y progresista vecindario de Avellaneda que, de
algún modo, fue el verdadero triunfador de anteanoche.
El edificio, hoy.
El
edificio del desaparecido diario “La Opinión” aún se yergue en la calle Alsina,
a metros de la plaza principal de Avellaneda. El aspecto que presenta es
lamentable, por decir algo suave.
El edificio de la calle Alsina en una imagen que muestra su importante degradación.
La degradación de la fachada lo hace casi
irreconocible si se compara con la imagen del día de la inauguración. Recortado
el coronamiento y eliminada la cornisa, perdió buena parte de la ornamentación;
los balaustres del balcón fueron brutalmente eliminados y reemplazados por una
masa compacta de material. En la planta baja, ya nada queda de la puerta
vidriada, los ventanales, ni las farolas.
Un detalle de la triste actualidad del edificio; no fue importante tapar lo poco que queda de su ornamentación a la hora de colocar un aparato de aire acondicionado.
Aún así,
el edificio sigue en pie. Y encontrándose en pleno casco histórico de
Avellaneda, no sería un imposible la reconstrucción de la fachada como era
originalmente; solo es una cuestión de decisión.
Marcelo Pablo Scévola (investigación y transcripción)
Fuente: diario "La Opinión"
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