Es considerado el primer gran establecimiento industrial del partido de Florencio Varela y un símbolo de aquel país pujante en el que todo era posible con trabajo y dedicación. Esta es una síntesis de la interesante y extensa historia del Instituto Biológico Argentino.
La refinada arquitectura de los edificios del Instituto puede observarse en el principal del laboratorio en Florencio Varela.
El
Instituto Biológico Argentino nació con el objetivo de ser el principal
productor de sueros y vacunas del país. Constituido como sociedad anónima por
decreto nacional del 7 de enero de 1909, su Director Técnico fue el prestigioso
doctor Silvio Dessy, quien estaría estrechamente ligado a Florencio Varela al
instalar allí dos años después los laboratorios de la institución. Entre los
integrantes del directorio se encontraban otras dos personalidades igualmente
relacionadas con el Partido: Atilio Massone, quien sería director de la Sala de
Primeros Auxilios que luego llevaría su nombre; y Arturo Vatteone, Intendente
Municipal entre 1914 y 1916.
El doctor Silvio Dessy, creador del Instituto Biológico Argentino, llegó de Europa para desarrollar en nuestro país su trabajo y sus sueños.
Nacido en
Italia en 1869, Dessy se graduó de médico en su país natal. En 1898 fue
contratado por la Dirección de Sanidad de la Provincia de Buenos Aires para
ocupar el cargo de vicedirector del Instituto de Higiene Experimental, cuya
sede se encontraba en la ciudad de La Plata. Pronto se haría cargo de la
Dirección de Salubridad de la Provincia y fundaría un laboratorio central en el
Hospital de Clínicas de Buenos Aires, entre otras actividades realizadas antes
de constituir el Instituto.
Con el
aporte de algunos industriales y comerciantes que arriesgaron su capital en
apoyo de esta empresa que parecía utópica, el 15 de julio de 1908 se constituyó
la sociedad “Instituto Biológico Argentino”. El primer directorio estuvo
constituido por los señores Marotta, Sisto, Vatteone, Enríquez, Gentili,
Dufour, Franco y Cirelli. El doctor Dessy ocupó el cargo de director técnico,
el que mantuvo por decisión propia durante toda su larga estadía en el
Instituto.
Comenzó,
entonces, la búsqueda de un terreno de sesenta mil metros cuadrados de
superficie que debía estar lejos de centros poblados y a medio camino entre La
Plata y Buenos Aires. Fue así que se eligió un predio en Florencio Varela que
pertenecía al doctor Vatteone, a unas diez cuadras de la estación ferroviaria
en el actual barrio Santa Rosa.
En esta ilustración puede apreciarse la importancia del establecimiento instalado en Florencio Varela, en ese momento un pequeño pueblo.
Ballerini
y Cía. fue la firma encargada de construir los hermosos edificios del
Instituto. Las primeras construcciones fueros tres cuerpos para laboratorios y
una caballeriza. El propio doctor Dessy se encargó de trazar los planos con la
colaboración de los constructores.
“En el frente de la edificación principal,
el visitante se encontraba con un centro tapizado de césped y flores, con
cuatro escalinatas que daban acceso a una fuente de mármol de carrara coronada
por un gracioso querubín.
El pabellón central, donde estaban
ubicados los laboratorios, ocupaba una superficie de 422 m2 y lo
componían un piso inferior, en parte construido debajo del nivel del suelo, y
otro superior, alcanzando todo una altura de nueve metros. El número total de
ambientes era de veintiséis: once en el piso inferior y quince en el superior. Existía
una completa instalación de agua y cloacas. El agua se procuraba por medio de
un pozo que alcanzaba los 40 metros de profundidad y se extraía por medio de un
motor a nafta de dos caballos de fuerza, con el sistema a inyección de aire en
el caño del pozo. La iluminación y calefacción se lograba por medio de
acetileno. Los cultivos de microbios a gran escala para la preparación de
vacunas terapéuticas se hacía en un cuarto estufa, que se mantenía de modo
constante a la temperatura de 37°. En otra estufa, también muy amplia, se
preparaban a 45° los productos orgánicos que necesitaban someterse a procesos
digestivos artificiales.
1) Chalet del Director. 2) Pabellón para cabras sueríferas. 3) Grupo de edificios para maquinarias. 4) Pabellón para preparación del Antibacter.
La caballeriza fue construida en cemento
armado y block system, y un grueso tabique longitudinal la dividía en dos
secciones: una para los caballos que se empleaban para la preparación de los
sueros terapéuticos y otra, enteramente independiente de la primera para, para
ovejas y cabras. Tenía su sistema completo de cloacas, un solidísimo piso de
baldosas especiales de Marsella y respondía en todas sus partes a los más
estrictos postulados de higiene.
1) Usina eléctrica y cámara frigorífica. 2) Caballeriza y ducha para equinos. 3) Pabellón para sangrías y operaciones de animales. 4) Otra vista del grupo de edificios para maquinarias.
Parte del terreno contenía una viña de
3.000 parras de tres años de edad que sería aprovechada para preparar en gran
escala jugo de uva no fermentado y esterilizado. Además se plantaron, tratando
de aclimatarlas, algunas plantas medicinales, indígenas y exóticas, como primer
ensayo de cultivos a utilizar en años subsiguientes. Así comenzaron a llegar
semillas de Francia, Alemania, Suiza, Estados Unidos, India y África. Algunas
germinaron, otras sucumbieron al clima y o al maltrato. El piretro de Dalmacia
fue cultivado a escala industrial para la preparación de insecticidas. Así
surgió el Fu-Fu (un
descubrimiento del doctor Dessy, como todos los de esta primera etapa del
Instituto). La soja fue cultivada en
amplias extensiones, pese a que en esos momentos se ignoraba su alto contenido
de proteínas. Con las semillas se preparó una harina para diabéticos llamada Diapam. En esos terrenos también fue
sembrado el tabaco, y se trajo boldo de Chile para la preparación de Elixir de Boldo.
Elixir de Boldo "BIOL"
De Magadascar se
importaron bulbos de escila para experimentar su toxicidad sobre los roedores.
De Italia llegaron las retamas, esas hermosas plantas de flores amarillas, que
visten los Apeninos, con la intensión de obtener la fibra textil y celulosa de
sus penachos. Es imposible seguir enumerando la cantidad de especies botánicas,
que iban desde el maíz y las legumbres hasta las múltiples hierbas del campo
argentino. Este sector era controlado por un eminente sabio, el profesor Carlos
Spegazzini, a quien la flora sudamericana y especialmente la argentina le deben
importantísimos descubrimientos.
Pero saltemos a 1912, cuando ya las
actividades de la empresa se desarrollaban en forma satisfactoria. Con la
difusión de diarios y revistas, la entrega de muestras gratis y constante
correspondencia con médicos y farmacéuticos, comenzaron las publicaciones
científicas que celebraban los resultados terapéuticos de los productos. Los
principales hospitales de Buenos Aires y de las provincias, así como la
asistencia pública de Buenos Aires y La Plata, empleaban los productos del
Instituto en gran escala. Entre los primeros preparados estaba el Suero de la vena renal de la cabra, el
Suero Antitiróideo, la Gasterina, la Tiroidina, y los sueros Antidiftérico y
Anticarbuncloso. La Asistencia Pública de Buenos Aires inoculó con
Tuberculina a todas las vacas lecheras de los tambos (…) Se descubrieron las
propiedades que los compuestos de hipoclorito de sodio y de magnesio tenían
sobre las heridas. Así surgió el Antibacter,
como poderoso antiséptico y desinfectante.
Uno de los principales productos del Instituto fue el anticéptico y desinfectante "Antibacter".
Se aumentó el personal técnico. Se
invirtió en mejoras y adquisición de nuevos aparatos para los laboratorios de
Florencio Varela. En el transcurso de un año salieron al mercado la Vacuna Antitífica Dessy y la Nucleoproteina Antigonocócica. La
marcha de la Sociedad era próspera. Para esa época, la administración
funcionaba en un importante edificio alquilado ubicado en Avenida de Mayo 1288”.
El inicio de la Primera Guerra
Mundial en 1914 puso al Instituto Biológico Argentino en una posición
privilegiada en la producción de sueros y vacunas que ya no se podían traer
desde Europa. Aún con los problemas que causó el conflicto bélico para
conseguir materiales de todo tipo, se continuó ampliando tanto la parte
edilicia y de maquinarias como el cultivo de especies medicinales.
En 1916,
el doctor Dessy viajó al lago Epecuén, en el sudoeste de la Provincia de Buenos
Aires. Con el conocimiento previo que tenía de esas aguas saladas, entró una
tarde a un bar y le preguntó a un parroquiano su opinión al respecto. El hombre
“expresó con total desprecio que esa sal que formaba un cordón de varias leguas
alrededor del lago no servía ni para el puchero, por lo salada que era y el
dejo de amargor que tenía”. Aquel criollo no sabía de las cualidades curativas
de las aguas. Y fueron aquellas propiedades las que llevaron a la firma del
contrato entre las Sociedad Minas de Epecuén y el Instituto Biológico Agentino
mediante el cual se le confiaba a este último “la preparación de los derivados de interés médico, ocupándose al mismo
tiempo de la explotación industrial y médica de esas aguas de composición tan
interesante. Surgieron, a la orilla del lago, un cómodo establecimiento
balneario y, además, instalaciones para recoger y almacenar el cloruro sódico
en el verano y el sulfato sódico en invierno”.
“De los estudios y preparaciones
surgieron los siguientes productos: Sales
Totales para Baños, Agua Purgante Epecuén, Sales de Epecuén Iodadas, Sales de
Tipo Karlsbad, Sales Epecuén Purgantes, Sales Minas Epecuén para Ganadería. Los sulfatos de soda se emplearon a nivel
industrial para tintorería, fabricación de soda cáustica, de vidrio, etc.
Grandes cantidades de sal común encontraron favorable mercado en Buenos Aires y
en toda la Provincia.
Etiqueta del agua purgante Epecuén.
Durante
los años de la Primera Guerra Mundial, a pesar de la crisis provocada por esta
contienda, se continuaron elaborando nuevos productos tanto para el hombre como
para el ganado. El carbunclo causaba estragos en los campos argentinos y en
aquellos que habían invertido su capital en la crianza de ganado. Para paliar
este serio problema el Instituto lanzó la Vacuna
Anticarbunclosa, así como, también, el inyectable Líquido Antiaftoso contra una nueva y virulenta enfermedad que
atacó principalmente a las vacas lecheras: la aftosa.
Pabellón de Fisiología y Farmacología Experimental "Carlos Spegazzini" y un depósito para productos elaborados por el Instituto; ambos edificios en Florencio Varela.
Para
1920, el catálogo de productos era de más de 120 productos que no solo estaban
destinados a personas y animales, también los había aplicados a la agricultura
y a la industria (tejidos, minerales, aceites, maderas, colorantes, sustancias
alimenticias, aguas, tierras, etc.). Este era el fruto del trabajo que durante
diez años había desarrollado el doctor Dessy desde la dirección técnica.
En el
laboratorio se realizaban análisis de orina, esputo, sangre, secreciones, y
humores; exámenes bacteriológicos, estudios de epizootias y preparación de
autovacunas. Se dio a conocer un nuevo tratamiento para estados anémicos,
neuralgias y debilidad nerviosa, un inyectable subcutáneo o intramuscular, la Neuro-Plastina.
En 1921,
el doctor Silvio Dessy se embarcó con rumbo a Italia y Suiza con el fin de
contratar personal técnico que lo secundara en sus estudios y experimentaciones
sobre ganadería. Al mismo tiempo, el Instituto anexaba en Florencio Varela 26
hectáreas a las 50 que ya constituían el campo experimental, y nuevas
instalaciones edilicias, entre ellas, un segundo piso en el cuerpo principal
coronado de un esbelto mirador. Por toda la propiedad se veían pabellones de
estudio y experimentación de elegante arquitectura separados por jardines y
parques.
En 1923
se construye una gran caballeriza modelo de 400 metros cuadrados para 100 caballos
de explotación suerífica. Constaba de dos plantas, con techo de tejas y
pavimento de adoquines de madera. En la planta alta se almacenaban cereales y
forrajes. Otro pabellón de 350 metros cuadrados, estilo chalet, se destinó al
empaquetamiento de los productos elaborados. También podían apreciarse los
criaderos de conejos, cobayos, cabras y otros animales aptos para extraer las
materias para la elaboración de sueros preventivos y curativos de numerosas y
graves enfermedades infectocontagiosas.
Casi al
fondo del campo se veían los colmenares en los que las abejas producían la cera
virgen para elaborar distintos preparados terapéuticos, y el serpentario con
serpientes venenosas procedentes de las selvas chaqueñas y misioneras.
El
establecimiento poseía usina propia en la que se encontraban instalados tres
motores productores y un sistema de acumuladores.
En dos
años se logró convertir a la planta en una hermosa villa industrial. Las nuevas
instalaciones son inauguradas en 1924 con la presencia del gobernador de la
Provincia de Buenos Aires doctor Luis Cantilo. Sabios doctores y profesores
pasaron por el Instituto Biológico Argentino destacando el valioso trabajo
realizado.
En 1927
se inauguró la sede del Instituto en Buenos Aires, en la avenida Rivadavia casi
esquina Callao. El edificio es de una increíble elegancia y habla de la visión
de porvenir de los hombres de aquella Argentina. Por suerte sus instalaciones
aún se conservan aunque con otros usos. Hoy se lo conoce como Palacio BIOL y
fue declarado Monumento Histórico Nacional en 1997.
En 1947
el doctor Sivio Dessy se retira y fallece tiempo después, en 1951. El Instituto
Biológico Argentino sufrió los embates del Estado: expropiaciones,
congelamiento de los precios de venta, un convenio de sueldos aplicado con ¡nueve meses de retroactividad! El
Estado con su torpeza terminó ahogando la increíble y maravillosa iniciativa de
aquel italiano que vino a la Argentina a dejar su sabiduría y su trabajo, el
doctor Silvio Dessy. No vivió para ver su desmoronamiento, por suerte. La
empresa, reconvertida, siguió funcionado hasta la actualidad, pero la historia
más rica es la de aquellos tiempos en los que los sueños podían hacerse
realidad teniendo solo en mente la idea de progreso.
El doctor Silvio Dessy poco antes de su retiro.
Marcelo Pablo Scévola (investigación)
Fuente: "Instituto Biológico Argentino 100 años de historia"
Revista "La Medicina Argentina"
Suplemento especial del diario "Nueva Era"
Mis otros blogs:
https://tranviasdeargentina.blogspot.com/2018/11/los-tranvias-de-la-compania-la-capital.html
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