lunes, 21 de enero de 2019

El Instituto Biológico Argentino (Florencio Varela)


      Es considerado el primer gran establecimiento industrial del partido de Florencio Varela y un símbolo de aquel país pujante en el que todo era posible con trabajo y dedicación. Esta es una síntesis de la interesante y extensa historia del Instituto Biológico Argentino.

La refinada arquitectura de los edificios del Instituto puede observarse en el principal del laboratorio en Florencio Varela.

     El Instituto Biológico Argentino nació con el objetivo de ser el principal productor de sueros y vacunas del país. Constituido como sociedad anónima por decreto nacional del 7 de enero de 1909, su Director Técnico fue el prestigioso doctor Silvio Dessy, quien estaría estrechamente ligado a Florencio Varela al instalar allí dos años después los laboratorios de la institución. Entre los integrantes del directorio se encontraban otras dos personalidades igualmente relacionadas con el Partido: Atilio Massone, quien sería director de la Sala de Primeros Auxilios que luego llevaría su nombre; y Arturo Vatteone, Intendente Municipal entre 1914 y 1916.

El doctor Silvio Dessy, creador del Instituto Biológico Argentino, llegó de Europa para desarrollar en nuestro país su trabajo y sus sueños.

      Nacido en Italia en 1869, Dessy se graduó de médico en su país natal. En 1898 fue contratado por la Dirección de Sanidad de la Provincia de Buenos Aires para ocupar el cargo de vicedirector del Instituto de Higiene Experimental, cuya sede se encontraba en la ciudad de La Plata. Pronto se haría cargo de la Dirección de Salubridad de la Provincia y fundaría un laboratorio central en el Hospital de Clínicas de Buenos Aires, entre otras actividades realizadas antes de constituir el Instituto.
      Con el aporte de algunos industriales y comerciantes que arriesgaron su capital en apoyo de esta empresa que parecía utópica, el 15 de julio de 1908 se constituyó la sociedad “Instituto Biológico Argentino”. El primer directorio estuvo constituido por los señores Marotta, Sisto, Vatteone, Enríquez, Gentili, Dufour, Franco y Cirelli. El doctor Dessy ocupó el cargo de director técnico, el que mantuvo por decisión propia durante toda su larga estadía en el Instituto.
      Comenzó, entonces, la búsqueda de un terreno de sesenta mil metros cuadrados de superficie que debía estar lejos de centros poblados y a medio camino entre La Plata y Buenos Aires. Fue así que se eligió un predio en Florencio Varela que pertenecía al doctor Vatteone, a unas diez cuadras de la estación ferroviaria en el actual barrio Santa Rosa.

En esta ilustración puede apreciarse la importancia del establecimiento instalado en Florencio Varela, en ese momento un pequeño pueblo.

      Ballerini y Cía. fue la firma encargada de construir los hermosos edificios del Instituto. Las primeras construcciones fueros tres cuerpos para laboratorios y una caballeriza. El propio doctor Dessy se encargó de trazar los planos con la colaboración de los constructores.

Edificio principal del Instituto

      “En el frente de la edificación principal, el visitante se encontraba con un centro tapizado de césped y flores, con cuatro escalinatas que daban acceso a una fuente de mármol de carrara coronada por un gracioso querubín.
      El pabellón central, donde estaban ubicados los laboratorios, ocupaba una superficie de 422 m2 y lo componían un piso inferior, en parte construido debajo del nivel del suelo, y otro superior, alcanzando todo una altura de nueve metros. El número total de ambientes era de veintiséis: once en el piso inferior y quince en el superior. Existía una completa instalación de agua y cloacas. El agua se procuraba por medio de un pozo que alcanzaba los 40 metros de profundidad y se extraía por medio de un motor a nafta de dos caballos de fuerza, con el sistema a inyección de aire en el caño del pozo. La iluminación y calefacción se lograba por medio de acetileno. Los cultivos de microbios a gran escala para la preparación de vacunas terapéuticas se hacía en un cuarto estufa, que se mantenía de modo constante a la temperatura de 37°. En otra estufa, también muy amplia, se preparaban a 45° los productos orgánicos que necesitaban someterse a procesos digestivos artificiales.

1) Chalet del Director. 2) Pabellón para cabras sueríferas. 3) Grupo de edificios para maquinarias. 4) Pabellón para preparación del Antibacter.

      La caballeriza fue construida en cemento armado y block system, y un grueso tabique longitudinal la dividía en dos secciones: una para los caballos que se empleaban para la preparación de los sueros terapéuticos y otra, enteramente independiente de la primera para, para ovejas y cabras. Tenía su sistema completo de cloacas, un solidísimo piso de baldosas especiales de Marsella y respondía en todas sus partes a los más estrictos postulados de higiene.

1) Usina eléctrica y cámara frigorífica. 2) Caballeriza y ducha para equinos. 3) Pabellón para sangrías y operaciones de animales. 4) Otra vista del grupo de edificios para maquinarias.

      Parte del terreno contenía una viña de 3.000 parras de tres años de edad que sería aprovechada para preparar en gran escala jugo de uva no fermentado y esterilizado. Además se plantaron, tratando de aclimatarlas, algunas plantas medicinales, indígenas y exóticas, como primer ensayo de cultivos a utilizar en años subsiguientes. Así comenzaron a llegar semillas de Francia, Alemania, Suiza, Estados Unidos, India y África. Algunas germinaron, otras sucumbieron al clima y o al maltrato. El piretro de Dalmacia fue cultivado a escala industrial para la preparación de insecticidas. Así surgió el Fu-Fu (un descubrimiento del doctor Dessy, como todos los de esta primera etapa del Instituto). La soja fue cultivada en amplias extensiones, pese a que en esos momentos se ignoraba su alto contenido de proteínas. Con las semillas se preparó una harina para diabéticos llamada Diapam. En esos terrenos también fue sembrado el tabaco, y se trajo boldo de Chile para la preparación de Elixir de Boldo

Elixir de Boldo "BIOL"

    De Magadascar se importaron bulbos de escila para experimentar su toxicidad sobre los roedores. De Italia llegaron las retamas, esas hermosas plantas de flores amarillas, que visten los Apeninos, con la intensión de obtener la fibra textil y celulosa de sus penachos. Es imposible seguir enumerando la cantidad de especies botánicas, que iban desde el maíz y las legumbres hasta las múltiples hierbas del campo argentino. Este sector era controlado por un eminente sabio, el profesor Carlos Spegazzini, a quien la flora sudamericana y especialmente la argentina le deben importantísimos descubrimientos.
      Pero saltemos a 1912, cuando ya las actividades de la empresa se desarrollaban en forma satisfactoria. Con la difusión de diarios y revistas, la entrega de muestras gratis y constante correspondencia con médicos y farmacéuticos, comenzaron las publicaciones científicas que celebraban los resultados terapéuticos de los productos. Los principales hospitales de Buenos Aires y de las provincias, así como la asistencia pública de Buenos Aires y La Plata, empleaban los productos del Instituto en gran escala. Entre los primeros preparados estaba el Suero de la vena renal de la cabra, el Suero Antitiróideo, la Gasterina, la Tiroidina, y los sueros Antidiftérico y Anticarbuncloso. La Asistencia Pública de Buenos Aires inoculó con Tuberculina a todas las vacas lecheras de los tambos (…) Se descubrieron las propiedades que los compuestos de hipoclorito de sodio y de magnesio tenían sobre las heridas. Así surgió el Antibacter, como poderoso antiséptico y desinfectante. 

Uno de los principales productos del Instituto fue el anticéptico y desinfectante "Antibacter".

    Se aumentó el personal técnico. Se invirtió en mejoras y adquisición de nuevos aparatos para los laboratorios de Florencio Varela. En el transcurso de un año salieron al mercado la Vacuna Antitífica Dessy y la Nucleoproteina Antigonocócica. La marcha de la Sociedad era próspera. Para esa época, la administración funcionaba en un importante edificio alquilado ubicado en Avenida de Mayo 1288”.


Avisos de dos productos del Instituto aparecidos en la revista La Medicina Argentina.

      El inicio de la Primera Guerra Mundial en 1914 puso al Instituto Biológico Argentino en una posición privilegiada en la producción de sueros y vacunas que ya no se podían traer desde Europa. Aún con los problemas que causó el conflicto bélico para conseguir materiales de todo tipo, se continuó ampliando tanto la parte edilicia y de maquinarias como el cultivo de especies medicinales.

      En 1916, el doctor Dessy viajó al lago Epecuén, en el sudoeste de la Provincia de Buenos Aires. Con el conocimiento previo que tenía de esas aguas saladas, entró una tarde a un bar y le preguntó a un parroquiano su opinión al respecto. El hombre “expresó con total desprecio que esa sal que formaba un cordón de varias leguas alrededor del lago no servía ni para el puchero, por lo salada que era y el dejo de amargor que tenía”. Aquel criollo no sabía de las cualidades curativas de las aguas. Y fueron aquellas propiedades las que llevaron a la firma del contrato entre las Sociedad Minas de Epecuén y el Instituto Biológico Agentino mediante el cual se le confiaba a este último “la preparación de los derivados de interés médico, ocupándose al mismo tiempo de la explotación industrial y médica de esas aguas de composición tan interesante. Surgieron, a la orilla del lago, un cómodo establecimiento balneario y, además, instalaciones para recoger y almacenar el cloruro sódico en el verano y el sulfato sódico en invierno”.
      “De los estudios y preparaciones surgieron los siguientes productos: Sales Totales para Baños, Agua Purgante Epecuén, Sales de Epecuén Iodadas, Sales de Tipo Karlsbad, Sales Epecuén Purgantes, Sales Minas Epecuén para Ganadería.  Los sulfatos de soda se emplearon a nivel industrial para tintorería, fabricación de soda cáustica, de vidrio, etc. Grandes cantidades de sal común encontraron favorable mercado en Buenos Aires y en toda la Provincia.

Etiqueta del agua purgante Epecuén.

      Durante los años de la Primera Guerra Mundial, a pesar de la crisis provocada por esta contienda, se continuaron elaborando nuevos productos tanto para el hombre como para el ganado. El carbunclo causaba estragos en los campos argentinos y en aquellos que habían invertido su capital en la crianza de ganado. Para paliar este serio problema el Instituto lanzó la Vacuna Anticarbunclosa, así como, también, el inyectable Líquido Antiaftoso contra una nueva y virulenta enfermedad que atacó principalmente a las vacas lecheras: la aftosa.


Pabellón de Fisiología y Farmacología Experimental "Carlos Spegazzini" y un depósito para productos elaborados por el Instituto; ambos edificios en Florencio Varela.

      Para 1920, el catálogo de productos era de más de 120 productos que no solo estaban destinados a personas y animales, también los había aplicados a la agricultura y a la industria (tejidos, minerales, aceites, maderas, colorantes, sustancias alimenticias, aguas, tierras, etc.). Este era el fruto del trabajo que durante diez años había desarrollado el doctor Dessy desde la dirección técnica.
      En el laboratorio se realizaban análisis de orina, esputo, sangre, secreciones, y humores; exámenes bacteriológicos, estudios de epizootias y preparación de autovacunas. Se dio a conocer un nuevo tratamiento para estados anémicos, neuralgias y debilidad nerviosa, un inyectable subcutáneo o intramuscular, la Neuro-Plastina.



      En 1921, el doctor Silvio Dessy se embarcó con rumbo a Italia y Suiza con el fin de contratar personal técnico que lo secundara en sus estudios y experimentaciones sobre ganadería. Al mismo tiempo, el Instituto anexaba en Florencio Varela 26 hectáreas a las 50 que ya constituían el campo experimental, y nuevas instalaciones edilicias, entre ellas, un segundo piso en el cuerpo principal coronado de un esbelto mirador. Por toda la propiedad se veían pabellones de estudio y experimentación de elegante arquitectura separados por jardines y parques.
      En 1923 se construye una gran caballeriza modelo de 400 metros cuadrados para 100 caballos de explotación suerífica. Constaba de dos plantas, con techo de tejas y pavimento de adoquines de madera. En la planta alta se almacenaban cereales y forrajes. Otro pabellón de 350 metros cuadrados, estilo chalet, se destinó al empaquetamiento de los productos elaborados. También podían apreciarse los criaderos de conejos, cobayos, cabras y otros animales aptos para extraer las materias para la elaboración de sueros preventivos y curativos de numerosas y graves enfermedades infectocontagiosas.
      Casi al fondo del campo se veían los colmenares en los que las abejas producían la cera virgen para elaborar distintos preparados terapéuticos, y el serpentario con serpientes venenosas procedentes de las selvas chaqueñas y misioneras.
      El establecimiento poseía usina propia en la que se encontraban instalados tres motores productores y un sistema de acumuladores.
      En dos años se logró convertir a la planta en una hermosa villa industrial. Las nuevas instalaciones son inauguradas en 1924 con la presencia del gobernador de la Provincia de Buenos Aires doctor Luis Cantilo. Sabios doctores y profesores pasaron por el Instituto Biológico Argentino destacando el valioso trabajo realizado.
      En 1927 se inauguró la sede del Instituto en Buenos Aires, en la avenida Rivadavia casi esquina Callao. El edificio es de una increíble elegancia y habla de la visión de porvenir de los hombres de aquella Argentina. Por suerte sus instalaciones aún se conservan aunque con otros usos. Hoy se lo conoce como Palacio BIOL y fue declarado Monumento Histórico Nacional en 1997.

El "Palacio BIOL", una maravilla arquitectónica de los tiempos dorados de la Argentina. Aún se halla en pié sobre la avenida Rivadavia, a pocos metros del Congreso Nacional.

Carruaje utilizado para el transporte de productos y materias primas.


Vehículos utilizados para el transporte de productos y análisis.

      En 1947 el doctor Sivio Dessy se retira y fallece tiempo después, en 1951. El Instituto Biológico Argentino sufrió los embates del Estado: expropiaciones, congelamiento de los precios de venta, un convenio de sueldos aplicado con ¡nueve meses de retroactividad! El Estado con su torpeza terminó ahogando la increíble y maravillosa iniciativa de aquel italiano que vino a la Argentina a dejar su sabiduría y su trabajo, el doctor Silvio Dessy. No vivió para ver su desmoronamiento, por suerte. La empresa, reconvertida, siguió funcionado hasta la actualidad, pero la historia más rica es la de aquellos tiempos en los que los sueños podían hacerse realidad teniendo solo en mente la idea de progreso.

El doctor Silvio Dessy poco antes de su retiro.

Marcelo Pablo Scévola (investigación)

Fuente: "Instituto Biológico Argentino 100 años de historia"
              Revista "La Medicina Argentina"
              Suplemento especial del diario "Nueva Era"

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